Confieso mi antemano mi admiración y rendida devoción hacia la obra y el estilo literario de Gene Wolfe, escritor estadounidense nacido en 1931 y autor de algunas (bastantes) de las mejores novelas de ciencia-ficción y literatura fantástica de los últimos cuarenta años. Ya de muy joven tuve el placer de descubrirlo gracias a algunos relatos (La Sombra, La Befana, el tremendo La muerte del Doctor Isla), y con posterioridad lo he seguido con determinación y denuedo gracias a maravillas hechas novelas como la impresionante La quinta cabeza de Cerbero, Puertas o la muy recomendable serie de Latro (Soldado de la niebla, Soldado de Areté y Soldado de Sidón), un guerrero griego que debido a una herida pierde su memoria cada día y lleva su vida apuntada en un gran rollo de pergamino.
Pero es con la desmedida, titánica y épica serie de El libro del Sol Nuevo que Wolfe alcanza una maestría sin parangón. En los cinco libros de la serie (no puedo dejar de plasmar sus poéticos y a la vez terribles nombres: La sombra del torturador, La garra del conciliador, La espada del líctor, La ciudadela del autarca, y La Urth del Sol Nuevo), se narra la historia de Severian, un aprendiz de torturador que deviene amo y señor de un planeta (en realidad un trasunto de la vieja Tierra) cuyo moribundo sol está cercano a su fin. La grandiosidad y precisión del rico y sabio lenguaje de Wolfe desgrana toda suerte de aventuras, recuerdos, aspectos culturales y relaciones sociales de una sociedad que podría estar tanto un millón de años atrás como delante de nuestro tiempo actual.
Y ahora acabo de terminar las tres novelas publicadas por Minotauro de otra de sus series: El libro del Sol Largo, una especie de secuela de la anterior, en la que los supervivientes de Urth viajan por el espacio en una nave-mundo regidos por dioses ya desaparecidos fabricados a imagen y semejanza de los creadores de tan descomunal astronave. En la serie (formada por cuatro libros de los que tan sólo se han publicado tres en España: Nocturno del Sol Largo, Lago del Sol Largo, y Caldé del Sol Largo), un humilde sacerdote y augur, Seda, se ve involucrado en una revolución social y política en cuyo vértice se acaba instalando, socavando los cimientos políticos y morales de un mundo que lleva más de trescientos años con sus estructuras inmovilizadas. Acompañado de la prostituta Chenilla, el ladrón Alca, sus ayudantes androides y un grajo nocturno que habla, Seda descubre la historia, el pasado y el futuro de esa nave-mundo, y también que los dioses son mucho más terrenos y prosaicos de lo que él siempre había creído.
Hechizante, amena, deliciosa y entrañable, quizá menos asombrosa y épica que la serie anterior, El libro del Sol Largo nos devuelve al mejor Wolfe, al hombre que un día decidió buscar los límites de su propio lenguaje y se encontró con que no los tenía. Absolutamente impresionante.