lunes, 27 de abril de 2009

LITERGATURAS. CÓMO FILTRAR UNA NOTICIA


- ¡¡Miniiiiiiiiii!!
- ¡Qué gritos, Betty! Ni que hubieras visto a un maldito roedor.
- No estoy para chorradas. ¿Se puede saber quién ha firmado esta nota en mi nombre y la ha publicado en nuestro blog?
- ¡Ah! ¿Tenemos un “nuestro blog”?
- Claro, el de Óscar, Alicia y nosotras dos, el de los cuatro. ¿Entiendes? Lista, que eres una lista, dos más dos son cuatro. Pero no despistes y contesta a mi pregunta sobre la nota.
- Enseña, a ver la nota


“… es secreto, secretísimo, noticia mundial: próximamente Óscar y Alicia tienen la intención de ir publicando en este blog una de las novelas que tienen escritas, pero que nadie se entere pues si no me cuelgan de los bigotes por anunciarlo…”


- Betty, te pones hecha un demonio de Tasmania por chorradas.
- ¡¿CHORRADAS?! Tú no sabes en el lío que te has metido. Has cometido varios delitos como falsificación de firma, divulgación de secretos, violación de correspondencia, usurpación de personalidad…
- ¡Bah!, estulticias, macanadas.
- Ya te lo dirán mis abogados, inmunda miniatura gatuna.
- A esos me los camelo yo con cuatro maullidos bien hechos y endulzados con una caída de ojos.
- ¡Ja! Mis abogados, esos que ya conoces y que son amigos de ellos, no es que sean grandes amigos de los gatos.
- Eso es contigo, que eres una estirada y siempre llevas puestos esos aires de señorita Escarlata en “Lo que el viento se llevó”, pero conmigo es diferente, recuerda lo que dicen siempre de mí: “en un encanto de gata, tan cariñosa, tan dulce… y bla, bla, bla”
- ¡Eres insoportable, engreída, cotilla y una traviesa toca webs!
- No dices lo mismo cuando me envías por delante como el capitán araña para que les dé la lata a ellos y nos pongan latitas guays, o para que nos dejen salir a la calle o simplemente, para tocarles las narices.
- Me voy, no te aguanto, gata tonta.
- Vale, ahora que se ha ido, yo seguiré a lo mío. A ver… voy a redactar otra nota para el blog:


“Confirmada la noticia, stop, estos dos están preparando la difusión mundial, mejor, internacional mundial e interplanetaria, de un libro escrito a dos manos por ellos. Y otro secreto: casi mueren en el intento de escribirla juntos, otro día explico cómo fue, ahora me tengo que ir, pero permaneced atentos al blog. Cuando sepa más os lo chivo.”

miércoles, 22 de abril de 2009

SANT JORDI, DÍA DEL LIBRO EN CATALUNYA


El 23 de abril, Sant Jordi, es una de las festividades nacionales de Catalunya. Sant Jordi, o San Jorge, es el día en que se conmemora la muerte de Jorge de Capadocia el 23 de abril del año 303 D.C. Dicho santo es también considerado patrón de diversas naciones y territorios como Inglaterra, la república exsoviética de Georgia, Etiopía, Bulgaria y Portugal. En España es patrón de las comunidades autónomas de Aragón y Cataluña.

Vale. ¿Y…? Pues que para todos aquellos que no lo sepan, en Catalunya Sant Jordi es también el Día del Libro desde el año 1930 (coincidiendo a su vez con el Día de los Enamorados o de la rosa). La fiesta se instauró en Catalunya al confundirse con la festividad de la Diada (11 de septiembre), mientras que casi desapareció poco a poco en el resto del Estado, donde dejó de celebrarse en muchos lugares o bien se ha mantenido de manera residual. Y desde el año 1996, el 23 de abril es también el Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor, proclamado por la UNESCO.

¿Y en qué consiste dicha celebración concretamente? Pues básicamente en que librerías y editoriales toman la calle mediante casetas, stands y tenderetes de variopinta dimensión y diseño, que esa misma calle se llena (literalmente) de millones de personas que se dedican a remover estantes y cajones para encontrar el libro que desean para sí o para familiares y allegados, y (cada vez más) en que una legión de escritores de todo género y condición se aprestan a eso que ahora llaman “contacto con los lectores” mediante la firma compulsiva de ejemplares de libros editados (fíjate qué casualidad) una semana antes. Como si fueran tótems paganos o pasos de una procesión, escritores y afines (cada vez abundan más los llamados “autores mediáticos”) son paseados por editoriales y distribuidoras para hacer ver al común de los mortales que las personas cuyos textos leen con avidez y fruición son tan humanos, tan de carne y hueso, que son capaces de dislocarse una muñeca tras haber firmado diez mil ejemplares en un solo día.

¿Previsiones para este año en cuanto a qué libros se llevarán la palma en cuanto a ventas? Pues nada, triunfo cantado de Stieg Larsson y su trilogía Millennium, quinielas en las que figuran Alejandro Cercas (Anatomía de un instante, sobre el golpe de estado del 23-F), Stephenie Meyer y su saga del Crepúsculo, José Agustín Goytisolo y su Poesía completa, y seguramente unas cuantas migajas para Juan Marsé (flamante Premio Cervantes), Haruki Murakami, Boris Izaguirre, Salman Rushdie, David Trueba e Ignacio Martínez de Pisón, entre otros. Todo en medio de una crisis que afecta de pleno al sector editorial si exceptuamos las reediciones de bolsillo y la literatura infantil y juvenil.

martes, 21 de abril de 2009

JUAN MARSÉ: CANCIONES DE AMOR EN LOLITA'S CLUB


Este jueves Juan Marsé será galardonado con el Premio Cervantes, un premio que siempre ha rondado aunque su independencia haya hecho que se le haya negado durante muchos años. El hombre del que Vázquez Montalbán dijo que era "el mejor poeta de la posguerra sin haber escrito un solo verso", el escritor que cree que su única obligación moral radica en el uso de la palabra, verá coronada una exitosa carrera literaria, en el que destacan títulos como Últimas tardes con Teresa, La muchacha de las bragas de oro o El amante bilingüe, recibiendo de reales manos el galardón más prestigioso de la cultura escrita española. Esta ocasión es una inmejorable excusa para volver a hablar (más bien escribir) sobre su última novela publicada hasta la fecha, Canciones de amor en Lolita's Club.

Raúl y Valentín son dos hermanos gemelos. Físicamente son atractivos, casi iguales de tan parecidos, pero en realidad son muy distintos, pues hay grandes diferencias entre ambos. Demasiado opuestos para que sean individuos independientes, cada uno podría ser la otra cara del otro, con los dos se podría haber formado a un ser humano completo: ambos poseen todos los ingredientes pero llevados al polo opuesto, al extremo. A uno se le ama y el otro… produce rechazo en cuanto se le ve. Valentín es un ser tierno, inocente, cariñoso, a quien todo el mundo quiere. Parece que todos los personajes están de acuerdo en amarlo y en protegerlo, como si ese fuese el sentimiento ineludible hacia él. Es en realidad como un niño necesitado de protección. Nació con una deficiencia psíquica, y aunque intenta llevar una vida relativamente independiente, su mente no le permite incorporarse al mundo de forma normal. A pesar de todo, su padre le deja hacer, vivir y trabajar en una libertad controlada, sabiendo siempre donde está.

Por su parte, Raúl es un policía que siempre se sitúa al borde del abismo, en su trabajo y en su vida personal. A pesar de que él no sufre de ninguna anormalidad semejante a la de su hermano, tampoco vive una vida normal. Todo en él es extremo, parece incapaz de sentir las emociones corrientes, de amar como todo el mundo. Es violento, borracho, duro y cruel. Sólo lo que siente por su hermano lo redime ante la especie humana. No obstante, y dado su extremismo enfermizo, el amor por su hermano es obsesivo, visceral, y anegado de culpabilidad: la culpa de sentir que él es el normal, que él pudo tener la culpa de causarle el daño irreparable cuando aún no habían nacido, teme que pudo robarle esa normalidad a su hermano en el vientre materno, cuando ambos estaban aún formándose.

La vida de los dos hermanos se precipita. Raúl regresa al hogar paterno, a Barcelona, en una casa en la playa. Tiene que dejar temporalmente su destino como policía en el norte de España debido a sus problemas en el trabajo: su futuro pende de un hilo. Allí descubre que su hermano trabaja en un burdel, se ha enamorado de una prostituta y cuida del resto de las meretrices de aquel local de alterne cerca de la playa, el Lolitas’s Club. Valentín hace de cocinero, de chico de los recados, lee poesía, hace de todo y todos le quieren.
Eso sucede bajo el beneplácito del padre y de su actual esposa, antigua amante del policía.
Valentín iniciará una encarnizada lucha por lo que cree que es salvar a su hermano, rescatándolo de las redes de la prostituta, que a buen seguro, piensa, intenta aprovecharse de su hermano. Es incapaz de entender el amor que Valentín siente por ella, y también se niega a creer en el que ella dice tener por aquel ser deficiente que es su hermano. Raúl piensa, así se lo dirá, que aquello no es más que una burda mentira que sólo se justifica por el interés económico de ella. No comprende ni acepta la permisividad del padre que permite que su hijo trabaje en aquel prostíbulo, con aquellas prostitutas con las que convive con absoluta normalidad, atendiéndolas con la entrega de una madre. No entiende que su hermano es feliz así, ni tampoco que aquella prostituta pueda amar a su hermano.

Por primera vez, Raúl conocerá a través de su hermano lo que es el amor, la pureza de los sentimientos de aquel niño que es Valentín, aunque hará lo único que no podía hacer, lo único que su hermano le pide que no haga: enamorarse de la misma mujer, del mismo amor. El destino de los dos hermanos se enredará fatalmente y Raúl no podrá evitar que sus errores pasen cuentas a su otro yo, a su hermano.

lunes, 20 de abril de 2009

STIEG LARSSON: LA TRILOGÍA MILLENNIUM


¡Ah, los libros de moda! Uno siente (al menos yo) cierta aprensión al acercarse a ellos, por diferentes motivos. Uno: la alta probabilidad de decepcionarse con un libro, autor o saga que la mitad de la Humanidad se empeña en calificar como increíble, inexcusable, de obligada referencia, etc. Dos: el temor de, una vez leído y asimilado, la opinión propia no comulgue con la corriente principal y uno se sienta que no está en la onda, o bien que su parecer y opinión no responde a los parámetros de lo políticamente (¿literariamente?) correcto. Veamos,… Stieg Larsson. Escritor novel, periodista, sueco, fallecido justo antes de ver publicada su primera obra, Los hombres que no amaban a las mujeres… Un perfil original, poco común, y un runrún de rumores que hablan de un fenómeno masivo de ventas, traducciones a doscientos mil idiomas, rodaje de una película (o dos, o tres). ¡Uf!

Bien: Planteamiento de la primera entrega, Los hombres que no amaban a las mujeres: después de una condena judicial por libelo, el prestigioso periodista Mikael Blomkvist recibe el extraño encargo de investigar la desaparición o posible muerte de la sobrina de Henrik Vanger, un anciano potentado sueco, acaecida cuarenta años atrás; para dicho cometido, Blomkvist contará con la inesperada y en apariencia dudosa ayuda de Lisbeth Salander, una sociópata experta en investigaciones informáticas secretas incapaz de relacionarse de una manera mínimamente congruente con el resto de la raza humana. Ni que decir tiene que ambos improbables colaboradores acaban descubriendo la verdad escondida tras la desaparición de la sobrina de Vanger, a la vez que destapan y ponen en solfa una cadena de asesinatos cruentos realizados sobre mujeres, y finalmente consiguen rehabilitar, con la ayuda de Vanger, el buen nombre periodístico de Blomkvist.

En cuanto a la segunda de las novelas que componen la trilogía, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, volvemos a encontrar a nuestros dos particulares investigadores. En este caso, Lisbeth Salander es el centro de la trama, viéndose involucrada en una compleja investigación criminal por varios asesinatos (su administrador y dos periodistas que trabajan, vaya por Dios, en Millennium, la revista de Blomkvist) de los que resulta principal sospechosa. Una sórdida historia de tráfico ilegal de mujeres y prostitución, en cuya investigación trabajaban los periodistas asesinados, es el misterioso telón de fondo del argumento, en el cual irrumpe Mikael Blomkvist para ayudar a su antigua colaboradora y vengar la muerte de sus compañeros de profesión en una búsqueda en la que confluyen diferentes intereses y que termina por descubrir el más remoto y negro pasado de Lisbeth Salander. Más de 1.200 páginas en total, a la espera de la publicación del tercer volumen de la trilogía, La reina en el Palacio de las Corrientes de aire. Más de 10 millones de ejemplares vendidos, y una incipiente larssonmanía que arrasa Europa y amenaza con convertir al desaparecido periodista y escritor sueco en un mito moderno.

No obstante, debo decir que esta trilogía tiene sus claroscuros, sus luces y sus sombras. Es cierto que el ritmo es trepidante, y que ambas novelas son sumamente entretenidas. Es verdad también que gozan las dos de la frescura y la novedad de presentar tramas que transcurren en una Suecia moderna prácticamente desconocida por estas latitudes. Es asimismo innegable que el personaje de Mikael Blomkvist es coherente, compacto, a buen seguro basado en las propias vivencias de Larsson como periodista e investigador. Y por supuesto nadie puede negar que Lisbeth Salander es todo un descubrimiento y un acierto descomunal, un personaje llamado a figurar en la galería de grandes inspiraciones de la literatura moderna, una antihéroe modélica, una outsider que vive fuera del sistema, tan discapacitada socialmente como brillante en sus labores de investigadora al margen de ese sistema del que tanto reniega. Cuentan también ambas novelas con una eficaz galería de secundarios, como Henrik Vagner, Erika Berger (socia y amante de Blomkvist), Dragan Armanskij (coyuntural superior de Salander), el inspector Jan Bublanski…

Pero… Sí, hay peros. Cierto detallismo a mi juicio innecesario (¿en serio hace falta especificar si cada compra de los protagonistas se realiza al contado o con tarjeta de crédito?), un desarrollo desigual en cuanto a ritmo y resolución (en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina en realidad no ocurre nada de nada hasta pasadas las 250 páginas y luego su final es tan abrupto y silente como un anochecer boreal), un derroche de “casualidades” en una ciudad con una población de más de un millón de personas…

Sin embargo, esto no serían más que notas al pie, fruslerías sin verdadero peso e importancia si no fuera porque, en mi opinión, las dos obras adolecen de algo que muchas veces se olvida en literatura: magia. Y la magia no es más que la capacidad de hacer soñar y trascender, de evocar un nuevo mundo con una simple palabra, de provocar sentimientos y emociones con un conjunto de adjetivos y metáforas, de perdernos en un universo hecho de sintagmas y oraciones que viven y mutan y crecen y adquieren vida propia, y te arrastran hacia su interior, y no te dejan volver a tu gris, triste y monótona realidad. Y de esa magia, de esa cualidad feérica y maravillosa, carece esta trilogía (o al menos sus dos primeras entregas), mal que le pese al recién estrenado ejército de rendidos larssonianos que por todos los rincones de Europa forman sus pelotones y brigadas.

¿Qué tenemos, pues, en esta trilogía Millennium? ¿Un Ruiz Zafón escandinavo más prosaico y funcional? ¿Una literatura Ikea, lista para ser consumida en grandes cantidades, fabricada como en un molde del que podrían surgir incontables productos similares? Bueno, tiempo al tiempo. En todo caso, repito: obras entretenidas, con buen ritmo, interesantes, apropiadas para distraerse y abstraerse en ellas de la dura vida cotidiana. Pero no mucho más (ni menos tampoco).

ANDREW SEAN GREER: "LAS CONFESIONES DE MAX TIVOLI"


Max Tivoli nace al revés de todo el mundo. Se podría decir que él va en dirección contraria: su cuerpo evoluciona inversamente a su edad natural. Esta maldición la lleva escrita para siempre: nace como un viejo y morirá como un bebé. No, no se trata de El curioso caso de Benjamin Button, la última película de Brad Pitt, sino de Las confesiones de Max Tivoli, una novela escrita por el autor Andrew Sean Greer que trata el tema de la inversión de la flecha del tiempo en relación al nacimiento, vida y muerte de un ser humano, idea que también fue tratada en su momento en obras como El hombre que nunca se hizo joven de Fritz Leiber o Cuando todo cambió, de Joanna Russ. A causa de esta jugarreta del destino, Max Tivoli se ve obligado a vivir diferentes personalidades para poder justificar la extraña evolución de su cuerpo, tendrá que pasearse por la vida ocultando su enfermedad, convertida en un secreto de familia, algo que aprende a mantener oculto desde su infancia guiado por las instrucciones de sus padres. Sus primeros años de vida transcurren sin casi contacto con el exterior, todo su mundo está en el hogar familiar bajo el amparo de su abuela. Esta forma de vivir oculto le comporta que una simple salida a un parque cercano se convierta en todo un acontecimiento para ese niño que acarrea el aspecto de un anciano.

Pero su mente y su alma corren paralelos al transcurrir normal del tiempo, y todo ello a pesar de cómo lo ven los demás. Sufrirá en silencio las contradicciones que provoca la diferencia entre su edad real y la que los demás creen ver, que es la que refleja su cuerpo. Transcurrirá de esta forma una vida oscura, llena de personajes ficticios, que ayudarán a Max Tivoli a mantener oculto su secreto ante todos; sólo su único y mejor amigo, Hughie, lo sabe. Ni tan siquiera su amada Alice, su primer amor, lo sabrá. A ella se mantendrá fiel durante toda su vida. A pesar de que pase por la cama de otras mujeres, él seguirá soñando con aquel amor que descubrió cuando era un adolescente, amor que nunca pudo plasmar más que gozando de los favores sexuales de la madre de su amada, pues él sólo era (o así lo parecía) una persona demasiado mayor para ser correspondido por una niña de catorce años. El destino se ceba continuamente en él y ha de asistir a la pérdida de su amada, a su alejamiento; tendrá que pasar mucho tiempo y mucha vida para volver a encontrarla, y para entonces él fabricará otra personalidad, una que le permita estar con Alice.

Max dedica a su hijo su relato, a explicarle lo que sucedió en su vida. Así nos relata su paso desde la anormalidad, desde lo monstruoso, hasta que llevado por el tiempo que ahora juega a su favor se convierte en un ser atractivo y acorde con el mundo. De esta forma consigue saber lo que se siente tanto desde el rechazo social como, en otro tiempo y edad, desde la aceptación. Pero todo, o casi todo, va llegando tarde, a destiempo; así, cuando consigue ver plasmado sus deseos más íntimos y se casa con su amor de toda la vida, vive sometido a un plazo: el tiempo que le queda para que su esposa y el mundo descubran la verdad: que cada vez es más y más joven.
Por ese amor lo arriesgará todo, madre, hermana, incluso a su único y mejor amigo. Asistirá a la evolución implacable, pero natural, del tiempo en el cuerpo de su amada amándola como siempre, a la vez que él ve como su propia muerte se acerca inexorable y lo retorna a su infancia: un bebé, y de allí a la muerte, al no ser. Sufrirá todos los peores sinsabores de la vida, la huida de su amada, la desaparición de su hijo, hasta el reencuentro en la forma más imposible, pues todo es demasiado tarde: ha regresado a la infancia y su amada ya no lo reconoce, es un niño que comparte habitación y juegos con su propio hijo.

El desenlace lo fragua el propio protagonista: planea adelantar los acontecimientos.

PAUL AUSTER: "UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD"


Paul Auster despliega en esta novela dos realidades entroncadas una en la otra. Al principio no sabía bien qué es lo que le sucedía a Owen Brick cuando despierta en el fondo del foso sin saber cómo ha llegado hasta allí. En ese momento yo estaba tan confusa como el propio personaje, lo cual es bueno en cuanto que comulgábamos de la misma sensación personaje y lector. Poco a poco Owen sabrá que ha llegado a unos EEUU completamente diferentes de lo que conoce, de cómo los dejo un rato antes cuando se fue a dormir al lado de su mujer Flora: están en guerra civil, hay estados que se han independizado y otros que están resistiéndose a ello, no han existido los atentados del once de septiembre ni la guerra con Irak. Pero lo peor está por llegar y es la misión que le han encomendado: debe matar a alguien, de forma inevitable, pues en otro caso le espera la muerte segura, pues mata o lo matan, y lo que es peor, a su mujer también. En este punto el desconcierto del personaje es máximo y nos atrapa también su angustia, de la que ya había dosis crecientes caminando a su lado, pero ahora asistimos al dilema de una persona corriente que se ve en la tesitura de asesinar a alguien, un asesinato al se ve impelido y que no sabe cómo evitar.
Por otro lado está el mundo y el personaje de August Brill. Es un escritor y crítico literario que se recupera de un accidente en casa de su hija, y que para superar las noches, para exorcizar la oscuridad, evitar la memoria y el dolor, se cuenta historias a sí mismo hasta que llega la luz, el día. A través de este personaje asistimos a la realidad conocida, por lo menos la que yo mejor conozco: los atentados del once de septiembre han existido, así como la guerra de Irak. A la vez seguimos a August Brill a través de la remembranza de su vida pasada y presente, la añoranza por la esposa muerta, conocemos también la vida de su hija y su nieta con las que comparten casa y que también tienen sus propios demonios. Los tres personajes están unidos más allá de la convivencia, por la soledad, la tristeza, la frustración, las traiciones y, cómo no, por el amor y el ansia de huir.

Resalto especialmente la escena del asesinato en directo de un personaje (no voy a desvelar más) que es retransmitido por televisión, es tan cruento que es difícil de calificar, está tan bien construida la escena que me tuve que saltar líneas pues no soportaba la visión que se me imprimía con la lectura, pero a pesar de eso el desgarro interno fue mayúsculo y me quedé sobrecogida, en una palabra: SUBLIME (en cuanto lo que consigue transmitir Auster). No ahondaré demasiado en el engarce entre las dos historias pues para mí se ha desvelado como el punto más original de toda la novela, el punto de enganche y de admiración hacia Auster, que lo vuelve a hacer, a conseguir la magia en su novela, y que yo, como escritora, me pregunte: ¿cómo se le ocurrió, cómo lo hace? Aunque la idea tampoco es tan complicada, lo difícil, el arte, está en cómo me hace sentir, cómo he avanzando al lado de Owen y he ido tomando conciencia de lo que sucedía al igual que él, y eso lo logran pocos escritores, y algunos sólo consiguen explicar bien una buena historia. Auster va más allá y me transporta a su historia y me convierto en personaje. La novela me ha gustado mucho, pero me ha sucedido que con el paso de los días desde que cerré el libro me ha seguido reverberando y acabando de aposentar en mí, y entonces me he dado cuenta de que me gustaba aún más. Tal vez si hubiera pasado a otro libro inmediatamente no me hubiese dado cuenta de este proceso, es como cuando dejas a macerar algo y toma todo su cuerpo después de días u horas, así me di cuenta del engarce tan perfecto de las dos historias, del lento devenir hacia un mismo punto, al que llegué sin casi enterarme y de decirme que debería volver a leerlo pues temo haberme perdido algo. Puede que la trama, la magia, se descubra enseguida y se pudiera sospechar que la historia pierda interés al desvelarse pronto, pero no es así pues Auster cuida de toda la historia por igual y todos los personajes tienen su papel relevante en cada “realidad”, y por eso mismo cuando conocí el “nexo” no se acabó el interés; al contrario, seguí fascinada para ver cómo lo iba resolviendo y seguí hasta el final con la mismo ansiedad.

Como crítica en negativo podría resaltar (y digo podría, ya que no es imprescindible esta parte, pero no quiero que me llamen fanática de Auster) decir que el escritor tal vez resuelve demasiado bruscamente el final de la realidad de Owen y que me quedó la sensación de que faltaba algo o que yo me había quedado un poco a medias. Es mi sensación, pero el escritor la resuelve como quiere, para eso es el padre de la criatura y todo lo demás son opciones. Desde luego esta novela daría para mucho más, y seguro que se podría convertir en algo más extenso, profundizando más en los personajes y en la historia. Tal vez. Todo es posible, pero también está bien como está. No creo que en esta ni en ninguna novela el lector le deba decir al escritor cómo tiene que hacer su obra, es así, la tomas o la dejas, y siempre es bueno quedarse con hambre de más, o con la ligera frustración de una obra que se acaba antes de que estemos saciados. En resumen, en “Un hombre en la oscuridad” Paul Auster vuelve a ser el escritor que nunca me defrauda, aunque en esta novela consigue volver a sorprenderme, algo que me faltaba en él desde hacía unas cuantas novelas.

POR FIN...


Voy a inaugurar este blog pues sus fundadores, Óscar y Alicia, Alicia y Óscar, tanto da, monta tanto el uno como el otro, pues digo que lo voy a inaugurar yo ya que no hay forma de que ellos salgan de esa musa que les anda rondando todo el día y los tiene abocados a escribir sendas novelas que…


- ¡Oye, ¿qué haces con el ordenador?!
- Schhhhh, calla Mini, eres una gata entrometida y chillona. Hablas tanto que te delatas a cada momento.
- ¡Ja,ja! Ya habló la gata lista, Betty la intelectual. Ya verás como te pillen tecleando en su ordenador, te van a colgar de los bigotes.
- Mira, algo tenía que hacer. Esto de vivir en una casa de escritores es lo que tiene, ahora andan con la musa pegada a la oreja, luego andan torturados por una página en blanco, luego con bloqueos, en fin, un sin vivir y el blog muerto de asco.
- Pero…
- Ni pero ni narices, o te apuntas o cierras la boca y te vas a menear la cola a otra parte.
- Vale, vale, qué genio tienes, si ya lo dicen todos que eres una orgullosa.
- Sí, y tú una pelota que restriega su cuello con el primero que entra por casa.
- Oye, guapa, será que no te gusta a ti que te digan que eres una belleza.
- Mini, manos a la faena. Seguimos, si quieres un rato cada una. Sigo yo…

Bueno, como decía, estos Humanos ya me tienen hasta el gorro. Estoy harta de oírles decir que si “vamos a hacer un blog”, que si “ya verás qué bien nos lo pasaremos”, que si “es una oportunidad para que nuestros textos y nuestras opiniones se puedan encontrar en Internet”... Paparruchadas. Menudo par de zangolotinos están hechos estos dos. Total, que he decidido montarles yo el blog y dárselo mascadito y en bandeja de plata, a ver si así se ponen a trabajar en él de una vez. A ver, ¿cómo era esto? Ah, sí: añadir gadget; ahora le doy al intro y...

- Oye, Betty, ¿y por qué pones Humanos con mayúscula? Si tan tontos son, ¿no sería mejor en letra minúscula, tan minúscula como su cerebro?
- Tienes razón, Mini. Lo único que tienen estos dos trastos de mayúscula es la limitación de su intelecto de simios.
- ¿Y es normal que tengamos que ser nosotras quienes les diseñemos el blog y se lo pongamos en marcha?
- Es normal porque si no es así, dentro de diez años continuarán hablando y fantaseando sobre lo estupendo que sería tener un blog y bla, bla, bla. Recuerda que no son gatos, son dos simples homínidos que se creen inteligentes porque leen libros y les gusta escribir.
- Eso es cierto. Siempre están alardeando de lo mucho que leen. Que si Auster por aquí, que si Irving por allá, que si McEwan o Murakami más arriba, que si Crowley o Easton Ellis más abajo... ¡Qué pesados! Como si eso le pudiese interesar a alguien.
- Pues no es eso lo peor. Ahora resulta que...¡¡¡escriben!!! O al menos eso creen, todo el día tecleando en el ordenador, hablando de sus patéticas historias y sus infumables personajes, urdiendo ridículas tramas más vistas que el tebeo y argumentos que sólo podría tragarse un humano, y además lerdo y botarate.
- ¿Y tú crees que alguien va a leer este blog?
- Seguro. Hay miles de humanos engreídos y pagados de sí mismos como ellos. Ni te imaginas la de personas, como se llaman ellos a sí mismos, que leen y escriben y adoran eso que califican como “literatura”.
- Literatura. Qué aburrimiento. No saben ni divertirse. Mira que perder el tiempo mirando símbolos negros puestos aleatoriamente sobre páginas en blanco, en lugar de disfrutar del sol y el calor y cazar moscas y jugar con ratones de peluche y...
- Déjalo ya, Mini, no vamos a conseguir que cambien, así que es mejor darles un empujoncito con esto, que buena falta les hace, a ver si dejan de dar ya la tabarra con el cuento del blog y nos dejan tranquilas de una vez.
- ¿Pero no te fastidia que tengamos que hacer de “negros” de este par de antropoides disfuncionales?
- Sí, porque encima luego presumirán de blog, y de que ellos lo han hecho solitos y tal. Pero piensa una cosa: al menos dejaremos de oírlos hablar sobre ello una y otra vez. Ahora ya no tendrán excusa alguna. Tienen el blog diseñado y hasta les hemos hecho la primera entrada. A partir de aquí... ¡que espabilen ellos solos!
- ¡Yo, yo, quiero escribir!
- Vale, pesada, pero hazlo tan bien como yo.
- Calla, presumida. A ver…

Estamos en que están abocados en sendas novelas que según ellos seguro que los van a llevar al éxito más absoluto y gracias a lo cual vamos a comer latas de bocata di cardinale por siempre jamás. Por eso mismo estaremos vigilando y desde la sombra les haremos de asesoras literarias. Sin que lo sepan, pues los Humanos son muy engreídos y dejaremos que se piensen que es idea suya. Desde aquí hemos oído que pretenden dar a conocer sus novelas, algunas darlas a leer, abrir un espacio para hablar de libros y comentarlos, facilitar a otros conexiones para concursos de esos que los llevan al éxito a los escritores…

-¿Qué más Betty, te acuerda de algo más?
- Hummmm, sí, quieren poner un montón de enlaces a otros blogs, páginas de internet…
- ¡Ahora recuerdo!
- No chilles tanto. Oí que hablaban de aunar esfuerzos para facilitar la vida a otros escritores que como ellos sufren en silencio.
- ¿Cómo firmamos esto, a su nombre, para que no se entere nadie de lo zanguangos que son?
- Ni hablar, que se avergüencen un poco.


Firmado: las gatas literatas. Betty y Mini