viernes, 4 de febrero de 2011

PHILIP K. DICK: ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?


Siempre ha sido difícil para una novela (de distribución mucho más restringida) competir con su versión cinematográfica. Pero si esta versión se ha convertido en un clásico del cine de ciencia ficción moderno como en el caso del Blade Runner de Ridley Scott, realmente tenemos un problema. Cuando el film se estrenó en 1982, sólo un puñado de personas conocía esta novela del prolífico escritor de culto Philip K. Dick, cuyo título original ya sembró el desconcierto en aquel momento (muchas personas preguntaban en las librerías por la “novela” Blade Runner).

El caso es que, obviamente, la película eclipsó y sigue eclipsando el libro de Dick, publicado originalmente en 1968. Y puedo afirmar que, al menos en este caso, se trata de un eclipse inmerecido, y eso teniendo en cuenta que el film es una de mis películas favoritas. ¿Hay muchas diferencias entre uno y otra? Pues sí y no. El planteamiento inicial es el mismo: Rick Deckard, un cazador de bonificaciones que trabaja para la policía del Los Ángeles del futuro, recibe la misión de “retirar” un grupo de androides de nueva gama escapados de las colonias extraterrestres y camuflados en una Tierra sucia, contaminada y superpoblada. Su persecución comienza visitando la sede de la corporación que fabrica ese nuevo modelo de androide, donde casi fracasa al intentar discernir si la mujer a quien le presentan como familiar del propietario de la compañía es humana o un ser artificial, y con quien más adelante mantendrá un turbulento encuentro sentimental. Por otra parte, el grueso de la novela (y de la película) se centra en la localización y progresiva destrucción de los androides, liderados por un individuo brutal y despiadado llamado Roy Batty.

Hasta aquí las similitudes. Pero, ¿y las diferencias? Son bastantes, y de peso. Por ejemplo, en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Es fundamental la existencia de una religión empática, el mercerismo, descartada por Scott en su film. También tienen un papel protagonista los animales, que en la novela casi han desaparecido por completo y han sido sustituidos por robots que los recrean con pasmosa fidelidad. Y por supuesto, otros muchos detalles, como el papel jugado por el humano John Isidore, la existencia de una agencia policial paralela a la de Deckard (que en el libro está casado y posee una oveja eléctrica, de ahí el título de la novela), o la omnipresencia del polvo radioactivo que invade todo el planeta y que en el film es sustituido por una eterna lluvia.

Pero el mensaje subyacente en ambos es el mismo: el límite entre lo natural y lo artificial, entre lo humano y lo inhumano, entre realidad y ficción, entre vida y muerte. Los grandes temas de siempre (o algunos de ellos), servidos por Philip K. Dick con su vigorosa mano, con un ritmo trepidante, con las pistas justas para que sea el lector quien indague en su subconsciente, en su propio interior, para encontrar las respuestas.

Preguntas y más preguntas. ¿Puede ser inhumana una famosa y sensual cantante de ópera? (“Luba era una cantante maravillosa, todo el mundo podía disfrutar de sus dotes”) ¿Qué pulsación vital tienen algunos seres humanos? (“La mayoría de los androides que he conocido tenían más deseo de vivir que mi esposa”) ¿Dónde está exactamente la frontera entre un ser humano de carne y hueso y otro sintético? ¿Qué les hace ser diferentes? ¿Qué significa realmente ser un ser humano?
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

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