¿Puede establecerse una relación sentimental a través del correo electrónico? ¿Es el universo virtual un potencial punto de encuentro para conocer a una persona? ¿Y qué sucede cuando, a través de esos mensajes, de esas palabras, de esa relación epistolar a través de Internet, descubres que la persona que hay al otro lado te gusta cada vez más? Son preguntas intrigantes, propias de esta era cibernética que vivimos. Preguntas que la propia novela, Contra el viento del norte, del autor Daniel Glattauer, responde.
El argumento en sí es de lo más simple, aunque efectivo: una mujer envía por error un mensaje electrónico a un hombre gracias al parecido de su dirección de e-mail. El hombre decide acabar respondiendo, y entre ambos, progresivamente, nace primero una amistad y más adelante… una relación difícil de describir, de tensión latente, creciente, en el que el humor, las confesiones, la pulsión sexual y la adicción de uno hacia el otro van creciendo lentamente.
Ella, Emmi Rothner, es una mujer casada con un hombre mayor que ella cuyo matrimonio ha entrado en la típica espiral de autocomplacencia y monotonía. Él, Leo Leike, es un experto en lenguaje que sobrevive entre las ascuas de una relación amorosa atormentada que vive sus últimos estertores. Entre ambos nace una mutua confianza que pronto se transforma en dependencia, pues ambos actúan como reflejo exterior del otro, como diván virtual en el que descargar sus confesiones, sus gustos, sus necesidades… Hasta que finalmente, de manera inexorable, nacen los sentimientos: atracción, curiosidad, reto… Su relación no física se desboca; surge el deseo de conocerse personalmente, de escuchar la voz del otro, de saber quién hay realmente tras esos mensajes que a ambos les confortan y les insuflan ganas de seguir viviendo.
Sin embargo, el encuentro no llega a producirse. Triunfa primero el miedo a la decepción, a romper la magia de su conexión electrónica, por otra parte cada vez más tórrida y personal. Finalmente, cuando los dos pactan una cita única y final… Bueno, ese es el final del libro, que no de la historia, pues Contra el viento del norte va a tener continuidad en la siguiente entrega de Glattauer: Cada siete olas.
Amena, divertida, sentimental, y sobre todo, llena de una espumosa actualidad, Contra el viento del norte refresca, te mantiene en vilo, y a la vez suscita preguntas. Y entre todas estas preguntas, subyace la única no formulada explícitamente, la pregunta que verdaderamente cuenta: ¿puede existir el amor virtual?
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