El gato de Tooru Okada y Kumiko desaparece. Esta desaparición marca el fin de algo, un aviso del que no pueden huir. Él, Tooru ha dejado su trabajo en un despacho de abogados, esperando encontrar algo que realmente le interese. Ella, Kumiko, su esposa, lo entiende, no lo presiona; todo al contrario, lo único que parece que la perturba es la desaparición del gato. De pronto, cuando nada hace presagiar ese desenlace, ella lo abandona y sin ninguna explicación. Tooru queda aturdido y con esa conmoción da bandazos de un lado a otro sin que sus acciones resulten coherentes.
Hay una mansión deshabitada cerca de su casa que visita buscando al gato, en un callejón sin tránsito. Desde que la ha descubierto, lo tiene atrapado y no puede dejar de ir. En su jardín descubrirá un pozo misterioso en el que murió toda una familia y parece que los acontecimientos funestos sean una maldición perpetua de ese lugar. Es allí donde conocerá a May Kasahara, una extraña adolescente que vive al lado de la mansión abandonada, iniciando una peculiar amistad en la que ella le descubrirá la importancia de las pelucas y le hablará sobre la calvicie mientras él le hablará de Kumiko.
Con la desaparición de su mujer regresa a su vida alguien al que no soporta, su cuñado Noburu Wataya, alguien que ha ido escalando cuotas de poder político, un personaje del que la misma Kumiko huía. Ahora su cuñado parece saber más de su mujer que él mismo. Tooru quiere entender qué ha pasado con Kumiko, encontrarla. A la vez, suceden hechos extravagantes, insólitos, personajes enigmáticos que llegan hasta su vida. Cada uno tiene su propia historia, tan extraña como la de Tooru: Malta Kanoo, su hermana Creta, Cinnamon, el teniente Mamiya y Nutmeg con sus crónicas de otro tiempo y que le obligan a asistir a relatos variopintos, a veces crueles, y en que la resistencia humana y la del propio lector se ponen a prueba. Pero esto no es todo: sus sueños adquieren una dimensión desconocida, una entidad propia, estremecedora; la realidad de siempre alcanza un tinte impreciso, se difumina y confunde los sentidos de Tooru. En sus sueños se va narrando el contrapunto necesario, ineludible de la historia.
Alguien me dijo que Crónica del pájaro que da cuerda al mundo es la novela que menos le ha gustado de Murakami; otra persona dijo que a un amigo no le había gustado nada. No conocía a nadie más que la hubiera leído. Ahora ya la he leído yo, y para qué nos vamos a engañar: ¿quién puede tener más credibilidad, un gusto más aproximado a mí? Sí, yo misma. Por eso mismo estoy en condiciones de asegurar todo lo contrario: no me ha defraudado en absoluto, a pesar de haber iniciado su lectura condicionada negativamente. Sí, pues no hay que olvidar que entre mis manos reposa una vasta novela de 903 páginas, en la edición de bolsillo de Maxi Tusquets Editores. Aconsejo su lectura sin lugar a dudas: es una gran novela. Lo que sí es cierto es que su lectura no es fácil ni lineal, pues es una historia poco convencional, con hechos y personajes surrealistas. Por mi parte, lamento que se haya acabado y ese es un referente de lo que pienso.
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