lunes, 20 de abril de 2009

ANDREW SEAN GREER: "LAS CONFESIONES DE MAX TIVOLI"


Max Tivoli nace al revés de todo el mundo. Se podría decir que él va en dirección contraria: su cuerpo evoluciona inversamente a su edad natural. Esta maldición la lleva escrita para siempre: nace como un viejo y morirá como un bebé. No, no se trata de El curioso caso de Benjamin Button, la última película de Brad Pitt, sino de Las confesiones de Max Tivoli, una novela escrita por el autor Andrew Sean Greer que trata el tema de la inversión de la flecha del tiempo en relación al nacimiento, vida y muerte de un ser humano, idea que también fue tratada en su momento en obras como El hombre que nunca se hizo joven de Fritz Leiber o Cuando todo cambió, de Joanna Russ. A causa de esta jugarreta del destino, Max Tivoli se ve obligado a vivir diferentes personalidades para poder justificar la extraña evolución de su cuerpo, tendrá que pasearse por la vida ocultando su enfermedad, convertida en un secreto de familia, algo que aprende a mantener oculto desde su infancia guiado por las instrucciones de sus padres. Sus primeros años de vida transcurren sin casi contacto con el exterior, todo su mundo está en el hogar familiar bajo el amparo de su abuela. Esta forma de vivir oculto le comporta que una simple salida a un parque cercano se convierta en todo un acontecimiento para ese niño que acarrea el aspecto de un anciano.

Pero su mente y su alma corren paralelos al transcurrir normal del tiempo, y todo ello a pesar de cómo lo ven los demás. Sufrirá en silencio las contradicciones que provoca la diferencia entre su edad real y la que los demás creen ver, que es la que refleja su cuerpo. Transcurrirá de esta forma una vida oscura, llena de personajes ficticios, que ayudarán a Max Tivoli a mantener oculto su secreto ante todos; sólo su único y mejor amigo, Hughie, lo sabe. Ni tan siquiera su amada Alice, su primer amor, lo sabrá. A ella se mantendrá fiel durante toda su vida. A pesar de que pase por la cama de otras mujeres, él seguirá soñando con aquel amor que descubrió cuando era un adolescente, amor que nunca pudo plasmar más que gozando de los favores sexuales de la madre de su amada, pues él sólo era (o así lo parecía) una persona demasiado mayor para ser correspondido por una niña de catorce años. El destino se ceba continuamente en él y ha de asistir a la pérdida de su amada, a su alejamiento; tendrá que pasar mucho tiempo y mucha vida para volver a encontrarla, y para entonces él fabricará otra personalidad, una que le permita estar con Alice.

Max dedica a su hijo su relato, a explicarle lo que sucedió en su vida. Así nos relata su paso desde la anormalidad, desde lo monstruoso, hasta que llevado por el tiempo que ahora juega a su favor se convierte en un ser atractivo y acorde con el mundo. De esta forma consigue saber lo que se siente tanto desde el rechazo social como, en otro tiempo y edad, desde la aceptación. Pero todo, o casi todo, va llegando tarde, a destiempo; así, cuando consigue ver plasmado sus deseos más íntimos y se casa con su amor de toda la vida, vive sometido a un plazo: el tiempo que le queda para que su esposa y el mundo descubran la verdad: que cada vez es más y más joven.
Por ese amor lo arriesgará todo, madre, hermana, incluso a su único y mejor amigo. Asistirá a la evolución implacable, pero natural, del tiempo en el cuerpo de su amada amándola como siempre, a la vez que él ve como su propia muerte se acerca inexorable y lo retorna a su infancia: un bebé, y de allí a la muerte, al no ser. Sufrirá todos los peores sinsabores de la vida, la huida de su amada, la desaparición de su hijo, hasta el reencuentro en la forma más imposible, pues todo es demasiado tarde: ha regresado a la infancia y su amada ya no lo reconoce, es un niño que comparte habitación y juegos con su propio hijo.

El desenlace lo fragua el propio protagonista: planea adelantar los acontecimientos.

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