Si vas volando por el desierto, tienes una avería y te quedas perdido en la inmensidad del mar de arena, tienes la posibilidad, como el narrador de “El principito”, de encontrarte a un muchachito de cabellos dorados que pedirá que le dibujes un cordero, una caja para guardarlo y un bozal para que no se coma su flor. También te explicará historias maravillosas y tan simples que te parecerá un cuento para niños. No te confundas, no lo es, te lo aseguro. Aunque un niño también lo podría leer y tal vez lo comprendiera mejor que un adulto. Es una lástima, pero él, el niño, seguro que puede entender la fidelidad hacia una flor. El principito “es la imagen de la rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme”. El principito busca amigos con quien jugar, pero para eso has de estar domesticado, y domesticar, te dirá el zorro, significa “crear vínculos… Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…”.
Iba al “cole” cuando lo leí y desde entonces no había vuelto a tenerlo que leer, aunque no sé por qué nunca me olvidé de este libro. Es curioso pues siempre lo he leído por una imposición o formando parte de ciertos deberes o tareas impuestos. Por avatares de la vida de nuevo lo vuelvo a leer. Y ahora que lo he acabado pienso que debería ser una lectura para repetirla periódicamente, cíclicamente. La inocencia, la ternura, la amistad, la belleza, lo sencillo y lo profundo me van calando, y al final queda un regusto dulce con aromas de tristeza, que me ha tocado certera e inevitablemente el corazón. Y como el principito dice:”lo que veo es sólo la corteza, lo más importante es invisible”.
Si ya no puedes ser fiel a una flor, lee este libro. Acabarás pronto, son pocas páginas. Y cuando acabes, léelo otra vez, poco a poco serás fiel a la rosa y cada nueva lectura te dirá algo más, aunque ahora no lo veas, pues lo más importante es invisible a los ojos. Pero aprovecharás más la lectura a través de la mirada de tu corazón.
Iba al “cole” cuando lo leí y desde entonces no había vuelto a tenerlo que leer, aunque no sé por qué nunca me olvidé de este libro. Es curioso pues siempre lo he leído por una imposición o formando parte de ciertos deberes o tareas impuestos. Por avatares de la vida de nuevo lo vuelvo a leer. Y ahora que lo he acabado pienso que debería ser una lectura para repetirla periódicamente, cíclicamente. La inocencia, la ternura, la amistad, la belleza, lo sencillo y lo profundo me van calando, y al final queda un regusto dulce con aromas de tristeza, que me ha tocado certera e inevitablemente el corazón. Y como el principito dice:”lo que veo es sólo la corteza, lo más importante es invisible”.
Si ya no puedes ser fiel a una flor, lee este libro. Acabarás pronto, son pocas páginas. Y cuando acabes, léelo otra vez, poco a poco serás fiel a la rosa y cada nueva lectura te dirá algo más, aunque ahora no lo veas, pues lo más importante es invisible a los ojos. Pero aprovecharás más la lectura a través de la mirada de tu corazón.