El surrealismo es una corriente artística que sobre todo ha sido fructífera en el siglo XX en campos como la pintura (Dalí), el cine (Buñuel), o la poesía (García Lorca), genios todos ellos que gracias a su distorsionada visión de la realidad producían nuevos mundos llenos de referencias cruzadas y delirios con nombre propio.
¿Y en prosa, en narrativa? ¿Hay alguien del que pueda asegurarse que es fecundo y aventajado discípulo de tan excelsos maestros? Después de haber leído tres de sus novelas, me atrevo a decir que éste se llama Jonathan Carroll. Antiguo profesor de literatura afincado en Viena, Carroll se ha especializado en un discurso tragicómico que combina de forma mágica lo habitual con lo sorprendente, lo lógico con lo increíble, lo cotidiano con lo irreal.
En Sopa de cristales, la trama gira alrededor de dos personajes, Vincent Ettrich e Isabelle Neukor, capaces de atravesar la frontera que separa la vida de la muerte, una muerte que recrea con mansa placidez los recuerdos y deseos inalcanzados de cada alma que cruza esa incierta frontera. En esa muerte que es como un lienzo en blanco en que cada espíritu pinta su cuadro a placer, hay hombres de veinte centímetros de altura, pulpos gigantes que conducen autobuses, y un dios que toma la imagen de un gigantesco oso polar.
En el mundo descrito por Carroll, sus atribulados personajes se enfrentan a las fuerzas del Caos, un poder tan sólido y peligroso (o más) que la propia muerte, un insidioso enemigo que lucha por subvertir la ya deformada realidad en busca de la entropía definitiva, del subjetivismo extremo, de la rotura del frágil tejido con el que está confeccionado el paño de esa delicada y delirante realidad. Una realidad que tan sólo puede ser anclada y salvaguardada por el hijo aún no nacido de la pareja de protagonistas principales.
Sorprendente, alocada, trepidante, absurda, cercana, cálida, amenazadora… estos y muchos otros calificativos pueden utilizarse para describir Sopa de cristales, un nuevo hito del autor que sorprendió al mundo con El mar de madera y cuyo distorsionado universo crece exponencialmente a cada nuevo libro, a cada nueva idea. A cada nuevo placer ideado por una de las mentes más lúcidas y heterodoxas de la literatura contemporánea.
Que gran razón tenéis. Carroll es espectacular en todos sus libros.
ResponderEliminarEste es para mí uno de los mejores, pero también es cierto que (aunque se puede leer de forma independiente) gana muchísimo si se lee tras "Manzanas Blancas".
En definitiva un autor y un libro encantadores y un buen comentario.