Leo en Internet que el autor de ciencia ficción Norman Spinrad ha sido diagnosticado de cáncer de estomago. Los médicos le han recomendado un tratamiento de quimioterapia para reducir el tamaño del tumor, que actualmente es inoperable. Es una noticia que me llena de tristeza, pues Spinrad es sin duda uno de mis autores favoritos de ciencia-ficción, un escritor quizá no demasiado conocido entre el gran público pero cuya bibliografía está repleta de grandes, inolvidables y visionarias obras.
Norman Spinrad nació en Nueva York en 1940, y tras sus primeras novelas (Los solarianos, Agentes del caos, la mítica Incordie a Jack Barron), fue clasificado dentro de la hornada de autores revisionistas del género a la que se dio en llamar Nueva Ola, y en el que figuraban autores como Robert Silverberg o Ursula K. LeGuin. Autor no excesivamente prolífico, Spinrad fue también presidente de la Asociación de Escritores de Ciencia-Ficción y Fantasía de Estados Unidos en dos ocasiones, y en su última etapa ha dejado un tanto de lado la ciencia-ficción para introducirse en el género de novela histórica con obras como El rey druida (2003). Pero es sin duda en el campo de la ciencia-ficción en que su prosa a caballo entre la modernidad, el progresismo y una lírica triste cargada de tintes épicos, destaca como un escritor con una voz personal e intransferible. Desde este blog, un humilde y sentido homenaje a Spinrad en forma de recomendación de tres de sus más logradas obras: Jinetes de la antorcha (1974), la historia de una nave multigeneracional repleta de seres humanos en permanente conflicto que migran a través del universo; Mundo intermedio (1979), una profunda exploración de las almas femenina y masculina que por una vez logran trabajar codo con codo en medio de una crisis de tintes tecnofascistas; y Pequeños héroes (1987), una aguda sátira sobre el papel de los medios de comunicación y la industria de la cultura de masas.
Mucha suerte a Norman Spinrad. La merece. Si alguna de las personas que lean esto desean hacerle un pequeño homenaje, que no lo duden: leed uno de sus libros. Así, pase lo que pase, se hará eterno.