Después de Maldito Karma, es la segunda novela que he leído de este autor, y
confieso que me ha encantado, me ha arrancado la sonrisa en múltiples ocasiones
y reconozco la originalidad del relato, a pesar de que haya cierta similitud
con Maldito Karma. Tal vez el tema de
la reencarnación es algo que interesa especialmente al autor. Sea como sea, lo
sabe utilizar en beneficio de la literatura. Pero aún hace más, detrás del
divertimento hay un mensaje de fondo que trata sobre el amor, y eso hace que
ante mis ojos se revalorice la obra, pues de una manera sencilla y amena trata
un tema que otros necesitarían muchas hojas, mucha filosofía y una expresión de
circunstancias.
El autor coge a Rosa, su protagonista
principal, para que mediante la hipnosis regrese al pasado y recupere la
identidad que tuvo en el año 1594, que es nada menos que William Shakespeare.
¿Alguien puede imaginar los conflictos de un hombre y una mujer compartiendo el
mismo cuerpo? ¿No? Pues lee el libro y te partirás de risa. Asistirás a temas
triviales, en apariencia, como ir a orinar, y cómo Rosa evita ver las partes
íntimas de ese cuerpo que ahora es el suyo. Y no hablemos de la personalidad
encantadora de este Shakespeare, que salta de mujer en mujer y de cómo Rosa
habrá de evitar esos encuentros mientras ella se encuentre en ese cuerpo. Esas
son pequeñas anécdotas de todo lo que ocurre y que persiguen a Rosa en su
búsqueda del amor verdadero, un camino que al final la reconducirá a sí misma.
Tal vez el autor no descubre nada
fundamental, o tal vez ya está muy trillado el tema del amor, tocado en
múltiples manuales de autoayuda, pero sin duda en Yo mi me contigo está tratado
de una forma divertida y tan profunda como en cualquiera de esos libros, y
desde luego mucho más amena, original y divertida.
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