De nuevo esa soledad que me da que persigue al autor más de lo que quisiera. Lo que es cierto es que Haruki Murakami no puede evitar que sus fantasmas, tal vez sus demonios, se plasmen en su literatura. Así, tenemos de nuevo, además de doña soledad, la música, la amistad, los amores adolescentes, los gatos, el otro lado del espejo…
El narrador de esta novela del escritor japonés es un joven profesor de primaria, que a su vez es uno de los tres personajes principales de “Sputnik, mi amor”. Él nos relata la historia de Sumire, de la que está enamorado desde que se hicieron amigos en la universidad, a pesar de que entre ellos sólo hay una gran amistad. Sumire le confesará que no conoce el deseo sexual, aunque eso cambia cuando entra en escena la otra protagonista: Myû. Ésta es una mujer que conoce Sumire en una boda, es mayor que ella y está casada, pero todo esto no es ningún inconveniente para que loca de amor por ella descubra que es capaz de sentir deseo sexual por alguien. Pero en la vida de Myû ha acontecido un hecho, 14 años atrás, que mantiene en secreto y que a su vez le hace carecer de todo deseo sexual. Un suceso extraño hará que el profesor conozca a Myû y descubramos a través de este narrador sus secretos, y a través de ellos se nos desvelen los de todos los personajes.
La historia de los tres personajes se asemeja al viaje del satélite ruso Sputnik mientras daba interminable vueltas a la Tierra y su único tripulante, la perra Laika, observaba el planeta del cual había partido para nunca volver. ¿Qué pudo haber sentido Laika? ¿Se sintió infinitamente sola en su breve viaje por el cosmos? ¿Se maravilló al ser el primer ser vivo que veía la Tierra desde el espacio?
No siendo para mi gusto personal una de sus mejores novelas, puedo recomendarla con toda confianza de que gustará al lector. El personaje de Sumire me ha resultado un poco inconsistente, a veces, como si le faltase profundizar más o cambiar su forma de expresarse en alguna ocasión, la siento como inacabada. No obstante, el mismo personaje es así, inacabado. Me gusta el juego que Murakami da a esa parte más delirante de la historia, surrealista y oscura, que traslada al lector a otra realidad, a otras posibilidades.
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